6 de febrero de 2008

zapotitlán

un pueblo que se encuentra dentro de esta gran urbe que es la ciudad de méxico, allá por los límites de tláhuac e iztapalapa al sur de la capital, fue escenario del festejo que se lleva a cabo cada seis meses honrando a su patrón. el punto no es entrar en discusiones sobre santos patronos y la relación religiosa-social de esta fiesta, lo que nos incumbe es la celebración en sí. una fiesta grande como los barrios que la realizan, llena de fuego, luces, música, baile, bandas, sombreros, cerveza, tequila, botas, golpes y sangre. fuerte derroche de dinero en su organización.

la invitación fue hecha por el compañero de escuela de G, edmar, al cual le tengo que agradecer la amabilidad con la que nos trató, llegando a casa de nuestro anfitrión después de un largo y confuso viaje fuimos recibidos con un delicioso platillo, el domingo fue un día de pollo con mole y arroz, comer el mismo platillo tan típico de las fiestas mexicanas en dos celebraciones diferentes el mismo día nada tiene de malo, al contrario, es algo que no se hace todos los días, esto junto con un par de cervezas tamaño familiar.

después de degustar este manjar y charlar un momento nos dirigimos a los alrededores de la plaza central, las calles que rodean las cuales se encontraban repletas de espectadores (que en su mayoría eran habitantes del lugar, excepto uno que otro invitado-metiche como nosotros) disfrutando de las luces que despedían los fuegos artificiales de los llamados "castillos", que para el que no tiene el gusto de conocerlos, son estructuras sobre las cuales se colocan "cuetes" que crean movimientos y diseños de letras y personajes relacionados con el lugar o la festividad, la estructura era de un tamaño de locura, extremadamente alta, el espectáculo iba siendo secuencial, terminaba una parte solo para continuar con la siguiente. todo esto previo al gran final, de los techos de las casas próximas a la plaza salieron ráfagas de luces que llegaban hasta el cielo y explotaban, llovía luz, varas y trozos de cartón, la gente corría a cubrirse bajo los techos o lonas para protegerse de la guerra. aprovechamos la necesidad de cubrirnos para ir a un puesto que nos brindó su protección y un par de caguamas.

una vez terminada la participación de los fuegos artificiales era turno de que las bandas entraran al quite e iniciara el baile, dos escenarios montados uno al lado del otro, las bandas se relevaban para que la música no parara, mismas bandas que tenían la obligación de hacer su mejor esfuerzo para ganar la "batalla de las bandas", el ritmo de banda con su tan característico baile pegado con brinquito incluido, bailamos entre la multitud que ahí se encontraba, empujones, pisotones. la bebida corría y los ánimos se calentaban, no todos estaban tan concientes de que todo era un encuentro amistoso, los golpes no se hicieron esperar al igual que la sangre de algún poco afortunado boxeador improvisado, la banda en el escenario se detenía a preguntar si "eso" era a lo que venía, a lo cual el respetable contestaba que no, detenían la trifulca y continuaba el reventón.

la tercera fue la vencida, al contar la tercer pelea cerca de nosotros decidimos que lo mejor era regresar a casa de nuestro anfitrión, platicamos, recordamos viejos tiempos de fiesta y música, fuimos espectadores de una pelea unilateral de un galán con su pretendido la cual terminó con un taxi y la confusión de la concurrencia.

pasadas las 3:30 del ya lunes partimos de regreso a casa.

en conclusión una experiencia nueva digna de recordarse y repetirse.




no llegamos a los "toritos" pero se ven rebuenos.



así se veía la lluvia de luces.


fotografías donadas voluntariamente a fuerza por josé carlo gonzález del periódico la jornada, ya que mi cámara se encontraba de viaje por las playas de cancún.
mención honorífica al taxista que nos dió las indicaciones exactas para llegar a nuestro destino.
mención honorífica al dj simplemente por ser el dj que todos conocemos, el dj que sube el volumén y duerme en el auto durante todo el regreso.
y una gran mentada de madre al policía que lo único que hizo fue regañarnos por estar perdidos, como siempre los impartidores de justicia quedan cortos.

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